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Destellos de un camino artificial

  • Foto del escritor: revistalooprock
    revistalooprock
  • 10 feb 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 may 2024


“No quiero mirar atrás, si tropiezo no me levanto más y tal vez sea mejor así...”

Las Ligas Menores forman parte de la escena indie-rock independiente de argentina. "Fuego artificial" (lanzado en el invierno del 2018) ratifica el camino recorrido de la banda que integra Anabella Cartolano, Pablo Kemper, Micaela García, Nina Carrara y Angie Cases Bocci. El álbum encuentra a la banda oriunda del barrio porteño de Caballito, en pleno proceso de metamorfosis en cuanto a su concepto instrumental y artístico, que desarrollan mediante diversos colores en el arte de tapa: una especie de cuadro pintoresco, al estilo de pintura portuaria, que nos adentra en el recorrido musical de un viaje en barco que cuyo motor, irá llegando a destinos, despegues o huidas, depende desde la perspectiva en que se lo mire. No obstante, si ponemos el foco en el objeto céntrico, veremos que apunta hacia arriba, alejándose de aquello que se dejó atrás y a lo que, definitivamente, no se quiere volver más. Un barco dibujado y posicionado desde un plano cenital, que a primera vista, (y desde una óptica surrealista) podríamos pensar que flota sobre la oscuridad lumínica de una galaxia que va navegando y dejando estelas de luces encendidas culminando su traspaso en el océano espacial.

Las Ligas Menores encontró una forma de transmitir su arte a través de una narrativa, que explora su entorno, desde la emocionalidad que se refleja en sus letras. Fuego artificial propone naufragar profundamente en todo aquello encontrado y descubrir relatos que nos cuentan la realidad de quién transita esas historias desde una perspectiva sincera. Las canciones nos hablan del propio sentir, abrazando conceptos como la desilusión amorosa, la fraternidad que se gesta en la amistad, la crítica y la compasión introspectiva del ser, la incertidumbre y la rebeldía intacta que se genera a raíz del crecimiento evolutivo post adolescente.





“Si me vuelvo a equivocar, ¿Qué va a pasar? ¿Qué van a decir, que me van a retar?”


Peces en el mar” es la primera canción con la que abren el disco. De hecho, Anabella contó que la escribió a partir de un viaje en familia y volcó en ella, imágenes que hacían alusión a momentos diversos, como los pies de una de sus hermanas mientras estaba en el mar y la rodeaban pececitos. Luego tenemos canciones como “Contando lunas” que empiezan a evidenciar la poética del disco: “con los ojos cerrados y nadie alrededor, y si siento tu pulso me siento mejor. De cualquier manera, te voy a querer, contando lunas hasta el amanecer” llevando la narrativa al encuentro, sobre sentir sin limitaciones. Un amor transitado desde lo anatómico, el tacto del pulso, y una ilusión del amor que se proyecta sin condiciones. Esta canción no habla del desamor, como se suele escuchar en la gran mayoría de temas, sino que, juntamente, aquí sucede todo lo contrario.

No obstante, el desamor recién se empieza a evidenciar en la canción “En invierno”, que nos habla de un no muy feliz cumpleaños cuando dice “quédate un invierno en el mar, así yo en la ciudad no te pienso tanto, es que es a veces mi cumpleaños y sería un buen regalo, olvidarte un rato” . Se trata de una historia de amor que aun supura las dolencias de la ruptura, exhibe a una persona que no puede despegar de ese recuerdo amoroso. La aparición de pensamientos en voz alta como “todavía te amo”, se muestra latente del procesamiento y de la aceptación, que nace desde el desprendimiento cuando le pide al otro que se vaya, que sería “un buen regalo” olvidar para poder sanar y retomar su vida sin pensar(lo) con tanto énfasis.


Las Ligas también hablan de los espacios y las distintas superficies. Hay conexión entre el interior y lo exterior que se refleja en lugares, en ciertos puntos del mapa: el mar, las montañas, la ciudad, que se potencian con el ímpetu en la necesidad de la distancia. Conceptos que se visualizan en muchas de las canciones que van apareciendo como “Mejor así” que nos dice “no quiero mirar atrás, si tropiezo no me levanto más y tal vez sea mejor así” o en temas como “Los días”, compuesta por Pablo Kemper, que invoca a ese espíritu aventurero del viaje en ruta, ese que invita a la reflexión constante. Las canciones compuestas por María van desde “Casas desiertas”, una balada con tempo lento que expone la noción de que, el estar con muchas personas, no implica, necesariamente, que hayas logrado destruir tu soledad interna y crea una atmósfera tenue para manifestar este criterio: “al amanecer cuando no se escuche ningún ruido, me voy a escapar caminando sin parar, voy a reclamarles lo que es mío”.


La paciencia, sexto tema del álbum, rompe con el sonido de balada que nos dejaba “Casas desiertas” e incursiona con potencia en batería. La letra también se sincera consigo misma y mantiene el realismo del sentir. “Espero tener más paciencia esta vez, no quiero perder la razón sin querer, el tiempo me enseñará algo lo sé”, como la enseñanza obtenida frente a las situaciones que sucedieron y que, a partir de ese hecho, de haber estado ahí, la próxima vez habrá que procurar que determinadas decisiones y situaciones, sean distintas. Huir, quizás, de los lugares en los uno o una, no se siente ameno y dejar de complacer: una pequeña grande revolución.


Tres colores” se adentra en un sueño dentro de otro sueño, una proyección que se abre por medio de un abanico de sonidos y estalla en un estridente estribillo. La idea del corazón roto y los fracasos amorosos vuelven a ser el eje de la confluencia lírica: “No gano nunca nada, más que ganas de perder” una manera elocuente de ver los rechazos y estados de ruptura. Un sentimiento de “derrota” que se siente así cuando sucede, pero que no perdurará eternamente, ni será sostenible a lo largo del tiempo, puesto que las personas evolucionan y tienen aún dentro suyo, la capacidad de volver a amar y conectar nuevamente con quienes buscan lo mismo.

Aunque en Las Ligas, no todo es sobre rupturas, también podemos encontrar ese anhelo de volver a amar y sentirnos bien ahí, como “Segunda Parte” que nos dice en su letra “y todo lo viejo de ese mal recuerdo, vos lo destrozaste, lo aniquilaste” como una especie de agradecimiento hacia quién trajo consigo esa bocanada de aire esencial, necesaria y esperanzadora, que le hará a la protagonista de ésta historia, volver a creer en el amor.


En retrospectiva, Fuego Artificial transita los despojos (y la apropiación) de historias colmadas de sentimientos reales que se queman por medio del fuego y permiten, bajo esa elipsis, transmutar lo viejo y aceptar lo nuevo que emergió a la superficie: lo que está por venir. El escenario de Fuego artificial oscila entre cuestionamientos existentes y recuerdos nostálgicos, pero también sobre muchos viajes imaginarios y tangibles. Representa el intento, muchas veces truncado, de canalizar los desencuentros amorosos y reconstruirlos para que estos, nos guíen hacia donde sí queremos estar. Es la posibilidad de indagar sobre ciertos lugares, a explorar, que permitan el acercamiento a encuentros sinceros y genuinos, tanto con nosotros mismos y con los demás.


Nota por Oriana Florencia Boza



 
 
 

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